Miguel Montañez, difícil despedida.
La casualidad nos unió de una manera inesperada cuando Javier del Real nos presentó en su escuela de Tamaraceite. En cuestión de minutos, nos encontramos hablando de danza con una facilidad que solo se da entre almas afines. Había tanto buen humor y un amor por la danza que me resultaba increíble. La fortuna me llevó a una taza de café cerca de tu escuela, donde me seguía maravillando tu temperamento, tu calidez y tu increíble disposición. Sentía que el tiempo se hacía corto, porque cada momento a tu lado era un tesoro.
Tuve el privilegio de disfrutar de tus vastos conocimientos sobre danza, historia de la danza y, cómo no, las entrañables historias que giran en torno a este arte. No quiero ser un intruso, porque tal vez soy quien menos sabe de ti y tu trayectoria. Te pido disculpas, pero como te conté, estaba empeñado en conocerte más y poder compartirlo con el mundo. Sin embargo, hoy prefiero ceder la palabra a una de tus alumnas, cuyas palabras resonaron profundamente en todos los que asistimos a tu funeral. Sus palabras nos conmovieron hasta lo más hondo, ya que aquellos que te conocieron de cerca están destrozados por el dolor, pero también comparten recuerdos llenos de gratitud y amor:
Querido profesor, hoy nos reunimos con el corazón lleno de tristeza para despedirnos de ti, pero también con gratitud por todo lo que nos diste.
Para muchos de nosotros fuiste más que un profesor de ballet, fuiste un mentor, un guía y una fuente constante de inspiración. Nos enseñaste que la disciplina, la perseverancia y el trabajo en equipo son esenciales, no solo en el ballet, sino en la vida.
Aprendimos a amar la danza con todo nuestro corazón y a esforzarnos en cada paso. También nos enseñaste a creer en nosotros mismos sin importar nuestro físico o habilidades.
Tu talento como bailarín era extraordinario y tu pasión por la danza brillaba en cada movimiento. Cada clase contigo era una lección de vida llena de risas y respeto por el arte y el esfuerzo. Tu energía y vitalidad dejaron una huella en varias generaciones de bailarines.
No podemos seguir hablando de ti sin mencionar al amor de tu vida, Wendy, tu compañera de vida y de baile. Juntos formaban una pareja inigualable, cuyo amor y arte se reflejaban en cada actuación. Nos consuela pensar que ambos están bailando juntos nuevamente.
Miguelín, te queremos, te echaremos de menos y siempre te recordaremos con una sonrisa al recordar tus anécdotas y refranes… “una bailarina sin equilibrio es como una ventana sin vidrio”.
Tu legado perdurará en cada uno de nosotros. Siempre llevaremos tu recuerdo con gran cariño.
Descansa en paz querido profe.