El Método Bournonville
August Bournonville (1805-1879) trabajó para el Royal Danish Theatre desde 1830 hasta 1877, primero como bailarín y luego como coreógrafo. Familiarizado desde sus años de formación en París con las exigencias y la alta calidad de la danza internacional, logró encumbrar al ballet danés hasta la cima, tanto a nivel internacional, con su maestría, como nacional, con el estilo y el repertorio que hoy en día lo caracterizan.
Creó una técnica particular de ballet y se le considera el padre del ballet danés. Durante su vida creó numerosas coreografías, la más famosa de ellas, “La Sílfide”, considerado como el primer ballet romántico y siendo el primer ballet en que la bailarina baila sobre puntas.
Su técnica está basada en un uso muy elemental de los brazos, normalmente manteniéndolos en posición preparatoria. Las piruetas se toman con un développé bajo a la segunda, luego desde la segunda para los giros en dehors y con un développé bajo a la cuarta para los giros en dedans. También es habitual el uso de la quinta posición de brazos bajos (preparación). Además, cuando se prepara una diagonal no se acude al comienzo de ésta andando o corriendo, sino que también se prepara bailando.
La característica fundamental para los bailarines masculinos es la gran variedad de batidas. Por último, esta técnica pretende captar la atención del trabajo de los pies y sobre todo dar la sensación de que es divertido, fácil y natural: no sólo hay que bailar, sino también parecer un campesino, un príncipe o un pescador. Tras la desaparición de August Bournonville el ballet danés atravesó un período de estancamiento.
Bournonville fue responsable de las coreografías de cerca de cincuenta ballets, de los que apenas diez se han conservado hasta nuestros días. Entre sus principales obras cabe destacar Sílfide (1836), Napoli (1842).
La kermesse de Brujas (1851) y Una leyenda popular (1854).
La palabra clave en la obra de Bournonville es armonía, tanto en lo que se refiere a su concepción de la vida como a su estilo. Al igual que otros artistas daneses de la Edad de Oro, Bournonville defendió una filosofía caracterizada por su fe en un mundo pleno de sentido.
Sus sucesores cuidaron de la tradición, principalmente Hans Beck (1861-1952), que a lo largo de la década de 1890 recopiló los pasos y variaciones de los ballets para las denominadas escuelas Bournonville, que aún hoy se utilizan para introducir a los bailarines en el estilo de Bournonville.